A menudo cuando pensamos en urbanismo, visualizamos grandes operaciones inmobiliarias de transformación de la ciudad. Las ciudades europeas parecen moverse al ritmo que marca la construcción de nuevos barrios, de nuevos desarrollos que en ocasiones han llegado a duplicar la ciudad existente. Esta metodología urbana, además de poco recomendable, se demuestra totalmente inútil cuando se trata de rehabilitar, de transformar grandes áreas degradadas, ya que el volumen económico necesario para poder actuar anula ya de arranque cualquier posible actuación. ¿Cómo es posible entonces abordar la regeneración urbana de una favela, o de toda la periferia de una ciudad como Medellín? La ciudad colombiana de Medellín lideraba hasta hace pocos años el ranking de las ciudades más violentas de Latinoamérica, y su imagen se asociaba a una periferia urbana caótica, sin presencia del estado, con grandes índices de inseguridad y sin ninguna cohesión social. En el año 2004 se fundó la EDU, empresa de desarrollo urbano municipal, que sería la encargada de plantear y desarrollar un nuevo modelo de ciudad. Su respuesta no se hizo esperar y una de sus primeras intervenciones fue la construcción de el llamado metrocable, un teleférico que hace las veces de un metro urbano sobrevolando los tejados de la escarpada periferia norte de la ciudad. Las estaciones incorporaban además pequeños espacios públicos y pequeños equipamientos comunitarios, tales como guarderías, gimnasios, una biblioteca o un museo. Esta intervención ligada al transporte público y que poco tiene que ver con el desarrollo inmobiliario de grandes barrios, transformó radicalmente todo esa área de la ciudad. De alguna manera ese proyecto que actuaba como una acupuntura urbana de pequeñas intervenciones, fue capaz de transformar un lugar residual en urbano. Mediante estas intervenciones micro la ciudad se reinventa, el estado, el ayuntamiento y los servicios aparecen de repente en barrios olvidados, dando servicio y generando una voluntad de cambio social y una nueva actitud en el vecindario. Este modelo de urbanismo caracterizado por las intervenciones puntuales capaces de transformar entornos urbanos ya es hoy caso de estudio en múltiples escuelas y es conocido como el Modelo Medellín. En Medellín, temas como la integración, la movilidad, la gobernanza, o la reducción de la pobreza y la violencia se han tratado desde lo urbano y no desde lo burocrático, lo policial o lo judicial. El Modelo Medellín, así como lo fue el efecto Guggenheim para Bilbao, ha sido capaz de transformar mediante el uso de la arquitectura un escenario de crisis, en un espacio de oportunidad, convirtiendo barrios antes degradados en espacios atractivos incluso para el turismo, lo que ha supuesto la llegada de inversiones y de nuevas economías. Tal vez, la particularidad de este sistema radique en el modo en que un pequeño edificio ha sido capaz de extender un nuevo modelo en todo un barrio. Uno de los últimos proyectos realizados por la EDU ha sido la construcción de 9 pequeños edificios localizados estratégicamente en zonas de periferia de la ciudad, en lo alto de las laderas, donde el caos urbano y...
Read MoreEl conjunto residencial del Pedregulho, es tal vez una de las obras más conocidas del arquitecto Affonso Eduardo Reidy. Iniciado en 1947 Pedregulho buscaba generar un nuevo barrio que albergase 328 viviendas destinadas a funcionarios del gobierno. El proyecto es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura del movimiento moderno aplicada a la vivienda en Brasil. La organización funcional, el control solar, de las orientaciones y las soluciones constructivas, determina una pieza que mantiene una relación sutil con la topografía y el...
Read MoreEl crecimiento normal de las ciudades a menudo se produce de forma concéntrica, desde el centro hacia la periferia. En este lento pero continuo movimiento de expansión la actividad más urbana del centro va absorbiendo la periferia de la ciudad. Va transformando sus usos característicos, como el industrial o el de infraestructuras de comunicaciones en otros más propios del centro ciudad como el terciario o el residencial. Hace escasamente dos años, antes de la aparición de la tan comentada crisis económica, la actitud de todos los planes urbanísticos pasaba por la «tabula rasa», es decir por el derribo de todos los elementos preexistentes hasta generar un espacio vacío que volver a ocupar. Esta metodología además de económicamente insostenible, ya que no intenta aprovechar ni las virtudes de las estructuras existentes, borra todo vestigio de identidad, memoria o historia que el lugar, una fábrica o cualquier otro espacio previo hallan podido acumular con el paso del tiempo. Esta actitud basada en el valor de lo nuevo por encima de cualquier otra característica puede calificarse hoy de obsoleta y agotada. Una propuesta urbanística que pone de forma rotunda en cuestión este modelo es la de los llamados «jardines de las fundición» ubicados en Nantes y considerado uno de los proyectos urbanos en construcción más grandes de Francia. El desarrollo se extiende en la longitud de una isla fluvial generada por el río Loira a su paso por el centro urbano de Nantes. Dirigido por Alexandre Chemetoff desde 1990, el proyecto consiste en la transformación de una fábrica de fundición y del distrito de almacenes fluviales levantados durante décadas a su alrededor en un barrio de viviendas de 350 hectáreas. El proyecto urbanístico desarrollado se basa en dos ideas fundamentales, sacar el máximo provecho de las estructuras existentes sin necesidad de demoler ningún edificio y en tener en cuenta la historia y la geografía del lugar, y por lo tanto su entorno social. Mantener la estructura de la fábrica que dio origen y en la que trabajaron centenares de habitantes de Nantes era además de una ventaja económica dado que sus espacios podían reaprovecharse, un reto social, en el que lo que estaba en juego era la identidad y la memoria de todas esas personas cuya vida estaba ligada a esas estructuras. El proyecto propuso mantener la estructura metálica de la fundición y aprovechar su gran cubierta para crear un jardín bajo el mismo techo de la vieja fábrica. En definitiva generar un espacio público cubierto para el uso diario que permita espacios de juego para los niños y el desarrollo de eventos sociales como cenas, exposiciones o conciertos. Con un coste mínimo de intervención como fue la limpieza y el repitando y reparación puntual de la estructura existente de la fábrica, la actividad industrial anterior se recupera, no sólo como un objeto de museo, sino también como el legado de un lugar donde muchos ciudadanos locales fueron empleados y trabajaron duro, por lo que de alguna manera la conservación de la...
Read MoreParece que la construcción de una ciudad ex-novo, desde cero es un planteamiento que tiene que ver con la antigüedad, pero en realidad es un fenómeno que se esta llevando acabo incluso en la actualidad. Construir una ciudad nueva, donde antes no había nada conlleva un planteamiento titánico y de máxima envergadura, por lo que en general es un proceso ligado a impulsos económicos, sociales y políticos muy fuertes. Un buen ejemplo de estos impulsos políticos es el llevado a cabo por Brasil en 1956 para la construcción de su capital Brasilia en una meseta interior del país. Lucio Costa como urbanista, Oscar Niemeyer al mando de los arquitectos que edificarían los edificios y Burle Marx como arquitecto del paisaje, tardaron 41 meses en inaugurar una ciudad que les otorgaría fama mundial. Una caso similar pero de motivación bien distinta es el de la ciudad de Oak Ridge en Estados Unidos. Oak Ridge nació en 1942 cuando Estados Unidos se apresuró a construir una bomba atómica antes de que lo hiciera la Alemania de Hitler. Dirigidos por el estudio SOM, en la actualidad uno de los mayores del mundo, los ingenieros del ejército levantaron en dos años una ciudad para 75.000 habitantes. El primer reactor nuclear de la historia fue construido en esta ciudad junto con varios complejos industriales, en el tiempo record de 30 meses. Muchas ciudades se han visto afectados por las guerras, pero Oak Ridge es una de las pocas ciudades que se han creado a causa de una guerra. Para poder construir ha esta velocidad máxime durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los materiales de construcción eran escasos, la oficina de SOM, Skidmore, Owings y Merrill adaptó el sistema de paneles de cemesto para los diseños de unas 2.500 casas prefabricadas. Estos paneles robustos y ligeros, compuestos de un núcleo de fibra de caña de azúcar, tableros aislantes en ambos lados y forrados con asbesto y cemento, facilitaron la construcción de edificios con un lenguaje vanguardista y en sintonía con el movimiento moderno. La ciudad albergó a cientos de ingenieros, técnicos superiores y altos cargos militares, que desarrollaban su trabajo en parcelas estancas, lo que hacía muy difícil tener una visión global del conjunto. De esta manera la gran mayoría de los residentes eran participantes involuntarios en la cosecha de uranio para la bomba «Little Boy», que devastó Hiroshima en 1945, y sólo supieron en qué habían estado trabajando exactamente cuándo leyeron los titulares que proclamaban el fin de la guerra. La ciudad secreta de Oak Ridge genero a sus habitantes una sensación similar a la del protagonista de la película el Show de Truman, en la que el personaje principal vive su vida cotidiana frente a las cámaras aún antes de nacer, aunque no es consciente de este hecho. En la era de Google, Facebook y las redes sociales cuesta imaginar cómo pudo ser posible la construcción de una ciudad secreta con una población engañada. En la actualidad y al amparo de la ilusión...
Read MoreLos valores de las ciudades autoconstruidas. La economía de la globalización, con la crisis actual entre sus referentes, arrastra sin concesiones a la sociedad contemporánea hacia un mayor desequilibrio entre clases; tal vez olvidadas en occidente pero ni mucho menos en los países emergentes. Este desequilibrio acentúa las fronteras entre la ciudad del urbanismo y lo que podríamos denominar la ciudad espontánea, la de las favelas, las chabolas o las cañadas reales. Brasil es reconocida en la actualidad como una de las economías emergentes más importantes del planeta, y curiosamente en este país latinoamericano encontramos a nivel social y urbanos contraste difícilmente reconciliables.A principios de este año 2010 se celebraba el 50 aniversario de la inauguración de Brasilia, tal vez el proyectos urbanístico construido más ambicioso del siglo XX. El presidente de corte progresista Juscelino Kubitschek organizó un concurso para construir una nueva capital en una zona forestal del centro del país en la que no había nada. El urbanista Lucio Costa proyecto una planta de geométrica rotundidad en forma de boomerang para dar cabida a las infraestructuras de la ciudad y un jovencísimo Oscar Niemeyer construyó con un lenguaje inequívocamente moderno todos los edificios representativos de la ciudad. Cuarenta y un meses después se inauguraba Brasilia, bautizada como un milagro de hormigón surgido de la nada. Brasilia se ideó como una utopía de igualdad y modernidad, pero con la perspectiva que dan los 50 años transcurridos críticos como William J. R. Curtis juzgan hoy fallido el resultado, sobre todo en lo que se refiere al objetivo inicial de igualdad social. El urbanismo planificado del movimiento moderno, con grandes espacios abiertos y enormes manzanas residenciales articuladas por el gran eje monumental de los edificios administrativos ha generado una ciudad dependiente del vehículo en la que los ricos transitan de un lugar a otro y los pobres están obligados a vivir en ese espacio vacío. En el otro extremo y con una historia antitética se encuentra Rocinha. Rocinha es el nombre de una de las favelas más grandes de Rio de Janeiro. Según datos oficiales se calcula que en ella residen alrededor de 57.000 personas, es decir una población a medio camino entre la del municipio de Santurtzi e Irun, por establecer dos referentes cercanos. En 1931 se levantó la considerada como primera edificación ilegal de la favela, los trámites para su derribo comenzaron en el año 1952. La desidia de una administración muy burocratizada propició que muchos inmigrantes llegados a Rio para trabajar en las obras de infraestructuras de la zona sur de la ciudad buscasen su espacio en Rocinha. Son innegables los problemas que estos métodos espontáneos de colonización del territorio generan. Barrios con problemas de salubridad, con redes de suministro sin ningún tipo de control, la utilización de solares con serios problemas de estabilidad del terreno, a los que hay que añadir problemáticas de índole social como la inseguridad, el analfabetismo o la falta de servicios sociales.Pero por contraposición al modelo ortodoxo de Brasilia la cohesión social...
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